Para nadie es un secreto que nos estamos haciendo viejos. Y no hablo solo de las personas ni de los estragos del tiempo en nuestro día a día, me refiero al envejecimiento poblacional que enfrenta la humanidad debido al incremento en la expectativa de vida y la disminución en la tasa de natalidad.
Esto está ocasionando que la pirámide poblacional se transforme de una estructura triangular (con muchas más personas jóvenes que mayores) a una que se asemeja más a un rectángulo.
Si bien la tasa de natalidad juega un papel importante —actualmente nos acercamos a una “tasa de reemplazo natural” donde el promedio de hijos por pareja es de 2.3 a nivel mundial (de acuerdo con el Banco Mundial), en comparación con un promedio superior a 5 en la década de 1960 (hola, baby boomers)—, lo que realmente está cambiando el juego es la expectativa de vida. Según el INEGI, la esperanza de vida al nacer en México pasó de 71 a más de 75 años entre 1990 y 2020, alineándose con el salto global de 67 a 73 años.
En promedio, anteriormente, cuando una persona se jubilaba, su pensión o ahorro debía durarle no mucho más de 8-9 años. Ahora, este periodo deberá ser superior a los 12-15 años. La demanda de servicios médicos también se incrementa en estos años, así como (tristemente) la dependencia con terceros. Todo esto genera presiones en las finanzas públicas de los países, afectando aún más a las economías en desarrollo que a las ya desarrolladas.
La lógica nos diría que, ante un aumento en la población en etapas productivas (15 a 64 años), las personas y países deberían estar aprovechando este boom para incrementar su producción, construir infraestructura necesaria e incrementar reservas financieras para afrontar el futuro (¿te acuerdas del Mexican Moment del que tanto se habló en el sexenio de Peña Nieto?). Tristemente, la economía informal, la baja inclusión financiera, la corrupción y la poca planeación, por citar solo algunas razones, provocan que, al menos en Latinoamérica, esto no se esté dando.
Ese momentum de población en edad productiva irá pasando, por lo que la proporción de la población en edad productiva irá disminuyendo, mientras que la de personas mayores (definámoslas como mayores de 60 años) seguirá en aumento.
Y donde falla el gobierno, entra la iniciativa privada, porque la necesidad está ahí. Agrupados bajo el término Silver Economy, los proyectos enfocados en brindar soluciones de cualquier tipo al segmento de personas mayores están generando un creciente interés.
En ese sentido, por lo menos en el mundo del emprendimiento, se empieza a notar una tendencia creciente en el número de operaciones, especialmente desde 2020.
De acuerdo con datos de Pitchbook, las operaciones de Venture Capital en este sector pasaron de 54 en 2019 a 70 en 2020, 66 en 2021, 76 en 2022, 65 en 2023 y 52 al cierre del tercer trimestre de 2024. En estos últimos años, las startups de este sector han levantado más de USD $1,420 millones, en comparación con “apenas” $870 millones en los cinco años previos.
En México, Koltin, una startup enfocada en ofrecer seguros para este segmento poblacional, levantó una ronda de capital de USD $7 millones en el segundo semestre de 2024.
Crecimientos similares se han observado en el número y montos de operaciones de Private Equity, IPO’s y fusiones y adquisiciones en el sector.
Las estadísticas indican que la demanda por productos y servicios enfocados en este sector está ahí. La población objetivo y el tiempo de demanda mantendrán su tendencia creciente, por lo que no es de extrañar que cada vez sea más común encontrarnos con este tipo de proyectos en un ecosistema latinoamericano que vibra con dinamismo y un ojo puesto en las oportunidades.
Por: Miguel Gallo